Julio 31

Como es adentro, es afuera. Cuando nos adentramos en la autorreflexión cada vez más profunda a través de nuestro trabajo constante para transmutar, transformar y trascender, este trabajo interno se convierte en un vehículo para la transformación externa de todo en nuestras vidas. Comenzamos en el núcleo del ser, nuestra realidad verdadera, y nos enfocamos en eso, en lo que somos. Nos conocemos a nosotros mismos. Y cuando permanecemos allí y ese es nuestro foco principal en la vida —conocer a Dios dentro de nosotros mismos— entonces todo lo demás se arregla solo y el proceso de sanación se vuelve más universal y completo.

Primero sanamos en el nivel central de nuestro ser, nuestra alma, porque nuestra alma se ha enfrentado a mucho a través de muchas encarnaciones en la Tierra. Nuestra alma ha resistido toda clase de desafíos y oportunidades a través de lo que nos hemos encontrado, lo que hemos admitido mediante nuestras elecciones de libre albedrío. Ahora podemos participar en una nueva plenitud de alma y permitir que solo la corriente pura de la consciencia de Dios juegue sobre los aspectos finos de nuestra consciencia superior. Y a medida que elegimos estar en el fuego purificador* día y noche, todos los días, 24 horas, 7 días a la semana, permitimos que Dios nos transforme desde adentro.

*Malaquías 3:2